inspiraciones para (h)OTEL

El hotel como reflexión compartida


Todo espacio creado (adaptado o sobrevenido) para la reflexión, debería tener entre sus características la de ser un lugar en el que las personas se sientan hospedadas, aunque sea de una manera temporal.

Sentirse hospedado entronca directamente con sentirse acogido, lo que supone dos cosas: una persona (o personas) que acoge(n) y toda una serie de elementos que lo demuestran y lo hacen factible. Difícilmente puede alguien disponerse a la reflexión sin un entorno acogedor que le motive. Y menos todavía si lo que se pretende es provocar una reflexión compartida, un diálogo en confianza.

Seguramente, cuando pensamos en un hotel, sólo lo hacemos en su vertiente de expendedor de servicios y no como un reflejo de las personas (y sueños) que hay detrás de esa realidad (demasiadas veces no vemos a las personas que hay detrás). ¡Qué diferente es cuando nos hospedamos en casa de un amigo! En ese caso, todo nos refiere a él y sentimos que nos estamos introduciendo (hospedando) en un lugar privado que, al abrirse para nosotros, se convierte en acogedor.

Hoy en día, los hoteles ofrecen mayoritariamente a sus clientes un espacio que sólo se diferencia de la calle en que hay una serie de comodidades y servicios, pero que no incorpora la experiencia de adentrarse en un mundo singular, al que se les invita y que ha sido creado por y para personas como ellos.

En un mundo propio (y apropiado por y para quien entra en él) uno se siente hospedado y acogido y en la mejor disposición posible para reflexionar y compartir. Si nos fijamos bien, un sitio con “auténtica” personalidad reta a mostrar la personalidad de los que con él se relacionan, haciendo muy difícil la mera mimesis, de igual forma que una persona “auténtica” interpela y diluye el gregarismo.

Desgraciadamente, no es sólo en los hoteles donde se invita a los clientes a ser meros consumidores. Es en la sociedad, en general, donde hemos conseguido entre todos que cada uno se vea abocado a seguir el ritmo dictado por el mercado, a no disponer de tiempo y espacio “apropiado” para la reflexión compartida, a no caer (o no querer caer) en la cuenta de que detrás de la exclusión social que provocan nuestras (irreflexivas) acciones, también están las personas.

NL

PD. Nuestras conversaciones y nuestras estancias en los hoteles merecen algo más que su uso. Por ejemplo, que dejemos de regalo un trozo de nuestras vidas.