inspiraciones para (h)OTEL

El hotel como diálogo entre el pasado y el futuro


Todo espacio representa a un pasado, del que es originario, y se proyecta a un futuro, al que se abre. La configuración de un espacio es tan deudora de los límites iniciales de sus creadores como de los usos para los que se ha diseñado. Pasado y futuro se miran en su presencia y en la de quien los mira.

Pensemos ahora en un hotel. Un hotel es, en clave temporal, un rabioso presente. Podríamos decir que es un espacio de pura actualidad, donde ancla efímeramente su vida quien allí está de paso. Aparentemente, el huésped de un hotel no ha tenido que invertir nada de su pasado en la realidad que ahora habita y parece importarle poco el futuro de algo que convertirá en anécdota nada más pagar la cuenta. El hotel se convierte así en un perfecto Carpe Diem para el cliente.

Pero la falta de compromiso con la trayectoria vital de un espacio, convierte a su usuario en mero consumidor, autoexcluyéndose del desarrollo de algo que le afecta íntimamente, como es su hogar, por muy temporal que sea. Además, la invisibilidad a que somete a las personas que han hecho, hacen y harán posible esa realidad (con sus esfuerzos, sus miradas, sus anhelos y sus sueños), lo incapacita para contribuir a su desarrollo inclusivo.

Por poco tiempo que una persona habite un hotel, ha de percibir la línea temporal que ese espacio está recorriendo y sus horizontes, ha de sentirse implicado en ese camino, en el que deja su huella transformadora como eslabón entre el pasado y el futuro. Así, sintiéndose interpelado por ese cruce de miradas que le incluyen, podrá disfrutar y aportar en ese paréntesis vital llamado estancia.

Y contribuirá, más allá de una simple experiencia, a desarrollar la vida de los otros y, por lo tanto, la propia.

NL

PD. El encuentro de las miradas que llegan del pasado con las que lo hacen del futuro ilumina el presente. Y en cualquier espacio (y en cualquier hotel) la iluminación es básica.